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Las dakinis del siglo XX y XXI (de momento)

18 18Europe/Madrid octubre 18Europe/Madrid 2015

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Las mujeres como Janis Joplin y Amy Winehouse tienen algo que me atrae. Tal vez sea que en el fondo mi personalidad también es obsesiva, adictiva e incluso en ocasiones autodestructiva.

Estas mujeres fieras, como las manifestaciones airadas de las dakinis (en casa tengo un tangka de Dakini Shimamuka con su cuerpo azul desnudo y su cabeza de león, bailando sobre un cadáver), viven y mueren desafiando al mundo que primero las ha despreciado y luego las ensalza, aunque a distancia, claro.

Esas mujeres sabían y cantaban que no eran buenas, que no cumplían con los objetivos de cómo ha de ser una mujer aceptable e integrada en la sociedad de la «gente de bien». Amy esto lo expresa desgarradamente en su “you know i’m not good”, pero también se puede decir muy bien con la dulzura irónica de la cantante de Pizzicato Five en “Ii”.

Hay otra cosa que me gusta de ellas y es que, de alguna manera, me recuerdan a mi querida amiga Elena, que murió con tan sólo veintisiete años (como ellas dos) a consecuencia de un cáncer que fue minándola durante tres terribles años. Yo la quería mucho y fue una maestra de vida para mí. Era muy joven pero  tenía ya una enorme sabiduría.

Gracias a ella aprendí a defenderme de las agresiones de los bienintencionados, a aceptarme y a afirmarme frente al mundo. Me devolvía una imagen de fuerza  y desafío, que era exactamente lo que yo necesitaba. Una amiga no compasiva y exigente, que no estaba dispuesta a cuidarme ni a cargar conmigo porque consideraba que yo no lo necesitaba. Confió en mí y yo pude también así integrar esa confianza como algo propio y duradero.

Su aspecto físico era nada convencional, y eso reflejaba su interior. Ahora sería lo que llamamos una gótica o algo así, pero hay que pensar que de esto hace más de veinte años. Yo me subí a ese carro con ella y nuestras pintas llamaban mucho la atención por Madrid, hasta el punto de que llegaron a insultarnos por la calle gritándonos “bolleras guarras”. Y la verdad es que no éramos ni lo uno ni lo otro, pero esta ciudad ha sido y es un “poblachón manchego”, que decía Pío Baroja. Aunque no lo parezca, seguimos siendo muy, pero que muy paletos en este villorrio y corte.

Pues eso, Elena era especial, muy, muy especial y tenía mucho vivido ya sólo con diecinueve años, que fue cuando yo la conocí en la facultad, cuando estudiábamos Filología Hispánica. Todavía recuerdo (y en ocasiones repito) sus dichos, incluso me parece estar oyendo su voz, sus agudas observaciones y sus afilados y divertidos comentarios.

Hace ya más de veinte años que murió, pero sigo echándola de menos y no hay día que no la recuerde. Tanto a ella como a Jesús Benítez Villalba, ambos eran personas de trato nada fácil, selectivas y complejas, que me exigieron, me impulsaron y obligaron a no acomodarme, a no dejarme salvar, a tomar el espinoso camino de la independencia. Y, aunque ambos se fueron casi a la vez, yo sigo en esa ruta y sintiéndoles vivos conmigo.

From → Budismo, Espejismos

4 comentarios
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