El hechizo roto de las palabras: «Desayuno con diamantes»
Soy una de esas personas que no tienen tele. No lo digo como si estuviera enseñando la vitrina de las condecoraciones, pero es así. Viene al caso decirlo porque mis «ciclos cinematográficos» domésticos dependen únicamente de lo que yo programo.
La última película que he disfrutado o, mejor dicho, que he vuelto a disfrutar es «Desayuno con diamantes». Prescindo de ficha técnica, porque el señor del Google tiene varias a mano y me aburre andar de corta y pega para quedar bien. Lo que a mí me apetece contar es lo que me emociona de esa película.
«Desayuno con diamantes» me parece una película otoñal, con una melancolía tierna y sensible como su protagonista, que se empeña en ser alegre, en ser otra, pero sigue siendo Lula Mae. Creo que esto es lo que me cautiva de la historia y del personaje de Holly. Esa huída de sí misma para acabar volviendo a sí misma. ¿Quién no ha querido ser otro?
Me parece que mi pasión por las historias -cuanto más lejanas en el tiempo y en el espacio, mejor- proceden de esa ensoñación: poder borrar el pasado, el personaje ya construído, la imagen que se espera de uno y volar a otra vida. Lula Mae abandona a su familia, se marcha a una gran ciudad como nueva York y se convierte en una sofisticada joven que vive de lo que le dan los caballeros para «ir al tocador». Lula Mae se convierte en Holly, o eso es lo que ella cree. Quiere ser libre destruyendo una personalidad que no le gusta, arrinconándola en un pasado secreto, pero, al final, está atrapada por su nueva identidad: esaHolly que ella ha construído.
Como en tantas obras literarias, la protagonista intenta transformar la realidad renombrándola. Cuando conoce a su vecino Paul, un joven estancado en una relación de “mantenido de señora bien”, también lo renombra, lo convierte en Fred, que es como se llama su hermano. Ella quiere que paul sea Fred, que sea un amigo-hermano, pero él se enamora de ella, porque no es suficiente renombrar la vida para transformarla.
El intento de hechizar la realidad sólo cambiando las palabras que la designan no funciona. Holly no puede dejar de ser Lula Mae, Paul siente como tal y no como Fred, y los cincuenta dólares que recibe aquella de los caballeros para “ir al tocador” no dejan de ser el pago de un servicio, por mucho que esto no se formule así de crudamente en ningún momento.
Sólo cuando la realidad se impone bruscamente la protagonista puede liberarse de su propio encantamiento y, aunqe al final no se ve, uno espera que hasta el gato sin nombre llegue a ser también parte de esa realidad, y reciba por fin un nombre propio que le identifique y le una a ella.
Por último, la escena final bajo la lluvia es tan dulce y melancólica como el tema musical de la película, que desde hace semanas, no sé muy bien por qué, me resuena en la mente casi todo el tiempo y me llena de una suave calma otoñal. Creo que por eso mismo he vuelto a ver «Desayuno con diamantes», para revivir esta sensación intensamente y durante más tiempo.
http://www.youtube.com/watch?v=eBzW2wdJndE
https://marymer.wordpress.com/2015/09/23/amada-palabra/
Qué ganas me han entrado de volver a ver esta película. ¿Conoces la versión de «Moon River» de Paco Ortega de la película: «Sobreviviré»? Es maravillosa. Aquí la dejo, por si la quieres escuchar: https://youtu.be/Cj47lMHq8-U
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¡que bien! Muchas gracias. Gracias por descubrirme esta versión. No la conocía. Es muy bonita.
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