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En qué pienso cuando leo «De qué hablo cuando hablo de escribir»

23 23Europe/Madrid agosto 23Europe/Madrid 2019

Antes de ponerme a escribir suelo darle vueltas a la cuestión de si tiene sentido hacerlo o no. Es una pesadez: llevo décadas planteándome lo mismo. Ya en un cuento que escribí con poco más de veinte años, “Amada palabra”, las primeras frases giraban entorno al mismo asunto.
Aún así, a trancas y barrancas, he seguido escribiendo. Por algo será…
Agradezco de todo corazón que otras muchas personas, algunas de ellas tan inseguras o más que yo (y con menos razones para serlo), hayan tenido la voluntad y la valentía de escribir y publicar lo escrito. Porque sin libros, la verdad, no sé que habría sido de mí. Vivir, claro está, habría vivido, pero no sé cómo y no me puedo ni imaginar qué sería de este yo, tan construido (y a veces tal vez casi destruido) por la Literatura.
Hace poco he leído «de qué hablo cuando hablo de escribir» de Haruki Murakami. Me ha resultado, además de inspirador, verdaderamente simpático. Esa manera de contar sus impresiones y sus experiencias, sin afectación, la reconcilian a una con la cotidianeidad o la sencillez. Pero, no confundamos, no con la «normalidad», por supuesto, que esa me da
Escalofríos (será por el temor a lo desconocido…).
Por otra parte, también me identifico con esa visión suya tan alejada de los ideales neoliberales de éxito, eficacia y triunfo, que tan de moda están y que, hasta la izquierda más izquierdosa, parece haber asumido como buenos y deseables. En este libro Murakami aprovecha para tirar unas cuantas pullitas contra los nacionalismos, la obediencia reverente a la jerarquía y la completa disolución del individuo en la comunidad.
En “De qué hablo cuando hablo de escribir” no solo se cuenta una experiencia de escritor, sino una manera de ver la vida con la que coincido en gran medida. Haruki Murakami se declara como persona individualista y, de algún modo, reivindica el derecho a esa manera de ser en una sociedad tan rigurosa como la japonesa. En ella el valor de la comunidad está muy por encima del individuo, hasta casi anularlo y asfixiarlo. Esto, según el autor, se puede justificar y entender en un momento de grave crisis, como sucedió en Japón tras la Segunda Guerra Mundial; pero él expone que, superado ese duro periodo, una sociedad sana y evolucionada tiene que poder dar espacio para desarrollarse de manera equilibrada tanto a lo que se refiere al bien común como a lo tocante al individuo.
La lectura de este libro me ha dado impulso para seguir escribiendo. No sé por qué, pero sí para qué: para comunicarme. Como en estos momentos, a veces necesito el silencio de los labios, pero se me desbordan las palabras desde la punta de los dedos. Y no me sirve con anotar y guardar, necesito publicar, por eso mantengo ya durante siete años este blog. Me siento muy agradecida a todos los que lo leen porque, sin lectores, aunque sean potenciales, creo que no me animaría a escribir.
Como decía en «Amada palabra», para mí la escritura es un acto de amor, porque supone confianza, entrega y, por supuesto, comunicación. Si hablo de escribir, hablo de expresar, de enviar un mensaje. Muchas veces he pensado en este blog como una de esas botellas que se lanzaban al mar con una carta dentro. Hasta dónde llegue o quienes puedan terminar por leerla es un misterio y una sorpresa, como lo es la propia vida.
Hay momentos de tristeza serena y fructífera, momentos llenos de «aware», en los que no apetece despegar los labios, pero sí despegarse del suelo y trasladarse a otra realidad más allá de la encerrada en los límites cotidianos y asumidos. Para esto me han servido y me sirven los libros que leo y, a veces, cuando venzo el pudor, también las palabras que lanzo al océano de Internet metidas en esta botella.

 

Murakami siempre habla de música en sus libros, así que aquí dejo un enlace a uno de sus referentes, Thelonious Monk, que también me gusta mucho. Se ve que tenemos debilidades parecidas… Coincidimos hasta en lo de no poder resistirnos a una cervecita que tal vez sería mejor evitar.

4 comentarios
  1. marymerfan permalink

    Ese no lo he leído, pero sí otros de Murakami-san. Uno de mis contemporáneos favoritos. Hoy, sin ir mas lejos, he empezado «La muerte del comendador», donde la referencia musical es, por ahora, Don Giovanni, de Mozart. Un texto muy bonito, Mercedes, muy tuyo.

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  2. Lupe permalink

    La música con la que acompañas este artículo evoca buen ambiente y también transporta al escuchante, como las novelas. Gracias, Marimer.

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