El mapa de un sueño: Así que han pasado cinco años…
Alguien con muy malas intenciones intenta abrir la puerta. me apoyo desesperada en ella para evitarlo, pero sé que no tengo suficientes fuerzas. La hoja se comba, como si fuera de goma, y yo sigo resistiendo…
Esta pesadilla, que con variantes y finales diferentes se me ha ido repitiendo a lo largo de la vida, me recuerda la metáfora del individuo como una casa con distintas estancias, unas preciosas y coloridas, limpias y perfumadas, otras destartaladas y sucias, algunas oscuras y siniestras, y otras, sencillamente, cerradas a cal y canto.
También he soñado mucho con casas y esos sueños siempre han sido muy significativos para mí. Estoy segura de que la mayoría de ellas eran una visión de la Marymer de ese momento o de la que quería o no quería llegar a ser. Hoy, sobrevolando el entramado que forman los artículos de este blog, después de más de cinco años escribiendo y reescribiendo, lo veo como el plano o el mapa de una ciudad, cuyos edificios y casas somos quienes estamos componiendo esta vida.
Es una ciudad llena de vericuetos, de rincones equívocos y callejones sin salida, semiocultos. También hay avenidas organizadas y bien numeradas, que hasta parecerían un diario, pero ya adelanto que es mentira. He jugado y juego con las fechas, las evocaciones y la literalidad. No me interesan los relatos lineales y no me gustan los diarios. Mi intención estaba y está muy lejos de convertirme en una cronista fiel. Me da igual la historia, mi historia especialmente, me importa la expresión y la impresión de lo sentido y de lo pensado.
Así que este mapa no sirve para hacer un recorrido intelectual. Mejor dicho, no me sirve a mí, porque realmente no creo que pueda interesarle a nadie más siquiera intentarlo. Pero sí para dar vueltas, para jugar con mis propias máscaras, y hasta burlarme de ellas.
Tengo ahora en la memoria el relato de Borges, «el inmortal», con esa ciudad delirante e imposible que se dibuja en sus páginas. Tengo también A «El cartógrafo», que vi hace unos meses en el teatro, y que ya me llevó a pensar en este blog como en un mapa. Y tengo además, desde ni se sabe, una frase de la dulce muchachita de «la tentación vive arriba»: «¡Qué elegante, una escalera que no va a ninguna parte!» (cito de memoria). Siempre que voy a Luarca visito un callejón que acaba precisamente así, con una escalera que no va a ninguna parte, para acordarme de esa escena y compartir ese gusto tan estético de lo completamente inútil.
Este blog es eso: una madeja de artículos donde se pretende que prevalezca de algún modo la belleza y, si se me permite, la elegancia sin ninguna pretensión de utilidad. El mundo y la vida esstán llenos de cosas útiles y prácticas, así que tal vez solo se pueda aportar algo inútil, bonito y, a ser posible, intrascendente.
Este mapa, dibujado aquí durante los últimos cinco años, abarca en realidad mucho más tiempo, tal vez todos los años que he vivido y aún más allá, enlazando con otros mapas de los que solo alcanzo a ver los bordes más cercanos. Los edificios y las casas, que se alinean y descolocan formando sus calles, nos parecemos a quienes estamos en este samsara común. Pero solo nos parecemos, porque un mapa no es la ciudad, ni siquiera cuando se respetan las escalas y los tiempos; así que, cuando voluntariamente se rompe el orden y la proporcionalidad, queda solo el mapa de un sueño.
https://marymer.wordpress.com/2016/04/25/las-calles-de-la-alfama/