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Acerca de «La araña» de Hanns Heinz Ewers

28 28Europe/Madrid enero 28Europe/Madrid 2019

Hace unos días escuché un audio del cuento de Hanns Heinz Ewers, «La araña». Al principio no me pareció que tuviera nada de particular. Pensé que no era ni mejor ni peor que otros muchos que he escuchado. Pero han pasado los días, y sigue machaconamente en mi mente, como si sus palabras intentaran susurrarme algo más que lo que la historia cuenta.

Esto me ha llevado a buscar referencias de Hanns Heinz Ewers, al que -como a otros muchos autores- yo no conocía. Debió de ser un personaje controvertido e interesante, que simpatizaba con los nazis y no era antisemita, que fue espía y que estuvo metido en organizaciones ocultistas. Esto último es tal vez lo que palpita bajo este cuento y, por lo que dicen, en el resto de su obra, que aún no he leído.

«La araña» me ha fascinado. Y, pensándolo bien, ni siquiera sé por qué… O tal vez sí. Quizá la pérfida araña del cuento también me ha magnetizado y ha atrapado mi voluntad, como les sucede a los personajes de este relato. ¡Espero que no! ¡Qué miedo!

Para empezar voy a resumir un poco la trama: comienza con el relato en primera persona de Richard Bracquemont, un estudiante de medicina, pobre y curioso, que se mete a investigar las circunstancias de unos extraños suicidios por ahorcamiento en la habitación número 7 del hotel Stevens, en la rue Alfred Stevens, siempre en viernes, cerca de las seis de la tarde.

Los suicidas fueron, por orden: un viajante de comercio suizo, padre de familia; un joven artista de circo y, finalmente, el policía que estaba encargado de investigar los dos casos anteriores, un viejo lobo de mar, que se ofreció voluntario para la tarea. Todos ellos se ahorcaron con el cordón rojo de la cortina, en un gancho del marco de la ventana, situada tan baja que las piernas les arrastraban por el suelo. Con ello todos demostraban una férrea decisión. Tuvieron que hacer un terrible esfuerzo para suicidarse, sin motivo aparente y sin dejar ninguna nota ni ninguna pista de qué les había llevado hasta ese terrible desenlace.

La mayor parte del cuento está escrito en primera persona, a través del diario que lleva Richard Bracquemont desde que se instala en la habitación. Día a día nos vamos colando en su mundo interior y exterior, durante esas pocas semanas en las que se aloja en el hotel Stevens. Mejor dicho, más que alojarse, la verdad es que se recluye entre esas cuatro paredes, de las que apenas sale en todo el tiempo.

Si se hiciera una película con este cuento (que creo que da para ello) sería un poco como la versión perversa y siniestra de «La ventana indiscreta» de Alfred Hischcock. Bracquemont se pasa, primero las horas y luego los días, pegado a esa ventana mirando a Clarimonde en la ventana del piso de enfrente. Pero… ¿Quién es Clarimonde?

Tanto el nombre como la figura de la misteriosa joven son más una «adivinación» de Richard que un hecho constatable, sobre todo porque él ni siquiera intenta constatarlo. Clarimonde se dedica a tejer en un pequeño telar. Todos los días, vestida de negro hasta la punta de los dedos, teje con rapidez unos hilos finísimos en su antiguo telar de marfil. Poco a poco comienza a comunicarse por gestos primero y luego mentalmente con el joven estudiante que, sin saber cómo, se ve «hipnotizado» por ella.

No es mi intención hacer un resumen del relato, así que hasta aquí lo que diré del argumento.  Intentaré explicar y explicarme qué es lo que me ha impresionado de él. Creo que no ha sido ni la trama que, aunque bien tejida, resulta un tanto previsible, sin que por eso deje de atrapar al lector entre sus hilos; ni tampoco el dibujo de los personajes, preciso y con muy pocos trazos. Es también un acierto la simplicidad del escenario, casi claustrofóbico, y la precisión del tiempo, fijado mediante el diario. Todos estos elementos proporcionan a «La araña» la fisonomía y el cuerpo de un buen relato fantástico, en el que contrasta una realidad sencilla y perfectamente medible con un trasfondo incomprensible y desasosegante.

Sin embargo, lo que a mí me atrae de este cuento es su «espíritu». A mí me parece que esta historia es para el autor casi una excusa, un medio para transmitir sus ideas y creencias. Estoy segura (porque así lo «presiento») de que hay claves esotéricas en el texto que, por desconocimiento, yo no termino de encajar. Los números, por ejemplo: la habitación número 7; el día del desenlace final de Bracquemont, 25 de marzo, que también suma 7; la hora sexta de los suicidios en el sexto día de la semana judía; la edad de 25 años del joven artista de circo que se suicida; el número 6 de la rue Alfred Steven, donde está el hotel… Mi conocimiento de la numerología, o más bien mi desconocimiento, me impide saber qué pistas está dando Ewers con estas cifras, pero estoy segura de que no están elegidas al azar. Y, aventurando una interpretación, precisamente la suma de 6 y 7 resulta 13, que es el número de «La Muerte» en el Tarot. ¿Casualidad?

Tampoco creo que sea casual la escasa descripción del entorno físico y de los personajes. Es curioso que apenas se mencionen colores en las descripciones, salvo el negro de la araña, el rojo del cordel de la cortina y en Clarimonde el negro de su atuendo, con toques lila en el cuello, y la blancura de su piel. Parece un relato en blanco y negro, con solo dos toques de color, estratégicamente colocados.

En fin, insisto en que no hay nada aleatorio en este cuento, como si se tratara de uno de esos dibujos que, de cerca, parecen una cosa y, de lejos, otra; seguramente no completamente distinta, pero sí reveladora de misterios. Al releer “La araña” me quedo con la sensación de que estoy a punto de tocar algo, que casi lo tengo entre los dedos, pero se me acaba escapando.

Además de esos indicios esotéricos que se deslizan entre los hilos de la trama, «La araña» es una alegoría del amor obsesivo y destructivo y de la anulación de la voluntad hasta sus últimas consecuencias.

El amor como obsesión, como adicción destructiva, es el tema principal del cuento. Con independencia de la existencia del objeto amoroso, de su respuesta o de su consistencia, la mente a veces se empeña en seguir obsesivamente con lo que sabe que supondrá la aniquilación.

En este caso yo hablaría más de adicción que de amor. Los sujetos que se encuentran atrapados en ella saben que les destruirá, pero insisten en seguir con sus hábitos o sus tendencias malsanas. En “La araña” se muestra como esto le puede pasar a cualquiera: un padre de familia, un joven artista, un tipo valiente y de mundo y, por supuesto, un metódico estudiante de medicina. Sin embargo, este último es el que más se resiste, el que hasta el último momento se debate entre la razón y la sinrazón aniquiladora. ¿Por qué? Pues precisamente porque su actitud deductiva, su intento de comprender la realidad está a punto de salvarle.

En el diario de Richard Bracquemont se ve el inquietante avance de la pérdida de la voluntad que se deja en manos de un “objeto amado”, intangible y apenas visible. Da igual cuál sea la obsesión malsana y destructiva, lo que cuenta es el efecto que produce en la mente de quienes se ven atrapados por ella. Así sucede con las drogas, el alcohol o las relaciones destructivas. Parece que la voluntad se quiebra bajo una atracción irracional, que se sabe dañina, pero que no se abandona.

Para mí este es el trasfondo terrible de “La araña”. Lo temible no es que existan los vampiros que nos reduzcan y lleven a la aniquilación, sino que nuestra propia mente, enajenada y desordenada, puede enredarse en los hilos de una tela de araña inexistente en la realidad, pero no por ello menos peligrosa.

 

la araña

 

 

https://www.ivoox.com/la-arana-hanns-heinz-ewers-audios-mp3_rf_31489460_1.html

 

(En los enlaces anteriores puede descargarse el texto y el audio de «La araña»)

 

 

4 comentarios
  1. marymerfan permalink

    Ahora ya me lo tengo que leer… Cómo me atrapas….

    Le gusta a 1 persona

  2. Lupe permalink

    Jamás había oído hablar de este señor, del autor, quiero decir. Ya me contarás cómo te ha llegado este cuento. Como hemos hablado, me hace pensar en E. Fromm, quien analiza tan bien las mentes perversas, en: El miedo a la libertad, por ejemplo. ¡Qué bien elegido el título, ¿no?! La araña.
    Bueno, que un cuento o un relato te atrape y te deje pensando ya es un gran valor.
    Gracias por ampliar nuestro abanico de lecturas, Marimer. Y sí, como comentan, ahora hay que leerlo 🙂

    Le gusta a 1 persona

    • Me alegro mucho de que haya logrado interesarte. Di con este cuento de manera “casual”, y mira hasta dónde hemos llegado. Lo cierto es que sigo mucho ese canal de Ivoox, pero nunca me había sentido tan “atrapada” por ningún relato como para dedicarle una entrada del blog

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