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«Somos lo que hablamos» (y lo que leemos)

19 19Europe/Madrid enero 19Europe/Madrid 2020

«Somos lo que hablamos: El poder terapéutico de hablar y hablarnos» de Luis Rojas Marcos ha sido una de mis últimas lecturas. Hace poco le escuché en una entrevista radiofónica, y me quedé con las ganas de conocer alguna de sus obras. Después de leer esta, puedo asegurar que mi intención es que no sea la única.
En primer lugar tengo que decir que me parece que el libro está muy bien escrito, muy bien estructurado y proporciona mucha información sin prolijidad ni pedantería. Desde la primera línea una se da cuenta de que quien habla sabe de qué lo hace y cómo hacerlo sin necesidad de alardear de ello. El dr. Rojas Marcos es un comunicador eficaz y amable. estoy segura de que ha sido y es uno de esos profesores que te hacen amar la materia que te enseñan. esto se nota sin saber nada de su biografía, que así lo corrobora y que puede consultarse fácilmente en Internet.
«Somos lo que hablamos» hace mucho hincapié en la importancia del discurso interno, de cómo nos hablamos a nosotros mismos y qué nos decimos.
Empieza por romper prejuicios acerca de hablarse uno en voz alta a sí mismo. Tanto hacernos creer que eso era de chalados… Pues no. Resulta que no, que es todo lo contrario. En cuanto lo leí y vi su explicación, se lo conté a mi padre, que es el auténtico paradigma de no callar ni a solas. Él ahora está cerca de los noventa años y se encuentra estupendamente tanto física como mentalmente. Es un hombre excepcional en todos los sentidos. Según el dr. Rojas Marcos, mucho de eso se lo debe a su inclinación por hablar y hablarse. El autor insiste en lo importante que es esto para que nuestro envejecer no se convierta en un precipitarse en el abismo de la decrepitud mental y física.
Rojas Marcos habla también de la importancia de los cinco primeros años de la vida en el desarrollo del lenguaje, y del peso que tiene una familia que habla frente a una familia taciturna para conformar los recursos lingüísticos y mentales de los niños. Por ejemplo, explica que es muy bueno leer a los pequeños para que aprendan palabras nuevas y crezca su competencia verbal. Pensamos con palabras, nos expresamos con palabras, las palabras son un tesoro irremplazable, un legado que nos llega al principio sin darnos cuenta.
Hoy recuerdo a mi madre, leyéndome los cuentos de Tagore cuando estaba un poco pachucha y me quedaba en casa sin ir al cole. ¡Cuánto habrá influído aquello en mis tendencias orientalistas! ¡Vaya una a saber!
«Somos lo que hablamos», desde luego que sí. También lo que nos callamos prente a los demás y ante nosotros mismos también, por eso es importante no engañarse. Hay que hablarse con valentía, hay que comunicarse con claridad, pero también con cuidado. El dr. Rojas Marcos no lo dice, pero yo sí, y creo que él estaría de acuerdo si leyese esto: las palabras las carga el diablo y, aveces, hay que manejarlas como si fueran nitroglicerina pura.
A esto se refiere el autor en la última parte, cuando explica cómo enfrentarse a las comunicaciones conflictivas, más sugiriendo qué no hay que hacer, que dando recetas magistrales. Un buen amigo mío me dijo una vez, que «no hay buenos momentos para dar una mala noticia». Estoy de acuerdo casi del todo, pero es verdad que hay pésimos momentos y fatales modos de hacerlo, y esta es una de las ideas que plantea el dr. Rojas Marcos. En sí, puede parecer una perogrullada, pero, si lo fuera, no habría tanto encuentro radioactivo ni tanto duelo sangriento de lenguas hirientes. Cuando hay que enfrentar un conflicto y afrontar lo desagradable hay que procurar haberse preparado antes y buscar un momento en el que uno se sienta claro y dispuesto a comunicarse de verdad.
También en el libro se repasan los trastornos del habla y cómo repercuten en la salud mental.
Me ha gustado especialmente el apartado en el que nos recomienda comunicar nuestros sentimientos a las personas que amamos y apreciamos. Esto hace más fácil la inevitable e imprevisible despedida. El dr. Rojas Marcos insiste, como los maestros budistas, en nuestro espejismo de que una relación puede ser «para siempre». Como se decía en el cuento de Jorge Luis Borges, «Ulrrike»: «Siempre es una palabra que no está permitida a los hombres» (ni a nada, diría yo). Padres, hijos, amantes, amigos, todos todos se van y nos vamos e iremos, voluntaria o involuntariamente. Entonces estará bien, será sanador y calmante saber que hemos dicho «te quiero» o lo que fuere necesario.
El autor cuenta su experiencia al respecto, como uno de los médicos que apoyaron a las víctimas del atentado del 11 de septiembre en nueva York. También refiere varios testimonios de aquella catástrofe, en los que muchas personas, sabiendo que iban a morir, procuraron despedirse de sus seres queridos. Yo no puedo olvidar ahora aquí tantas guerras presentes y pasadas, tantos náufragos sepultados en el mar, tantos desaparecidos por las represiones de las tiranías, tanta gente cosificada con el tráfico de personas, en fin, tantos testimonios que no leeremos y que no oiremos de personas que se han ido y se irán sin despedirse, y de quienes se quedarán sin escuchar su adiós y su «te quiero».
Como siempre, soy lo que leo. No logro hacer una verdadera reseña, sino contar lo que siento con los libros que realmente me emocionan. ¿Por qué lo hago? Pues no lo sé. seguramente para desahogar mis emociones. No para transmitirlas, porque me temo que eso es imposible, pero al menos las reflejo. La verdad de los sentimientos, las emociones y las palabras propias e íntimas se perderán como lágrimas en la lluvia… Y esto me recuerda que tengo pendiente hablar de Bruna Husky. Pero eso queda para otro rato.
¡Continuará!

 

(Hoy la banda sonora con un «toquecito de blandenguería»)

 

 

2 comentarios
  1. Víctor Fernández-Chinchilla permalink

    ¿Y de cantar no dice nada? Preciosa reseña y muy interesande

    Le gusta a 1 persona

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