Dos asientos vacíos
Pasadas tres horas ya nadie quedaba en el andén.
Dos horas antes había perdido la esperanza por completo, pero no el miedo a desesperar.
Hacía dos horas creía que se había equivocado de estación. Miraba y remiraba los mensajes del teléfono, intentando convencerse de que todo estaba bien, de que no había ningún error.
Cuando llegó al andén, media hora antes de la cita, vio los dos asientos vacíos y su corazón le gritó que continuarían así siempre.
Ahora sí. Ahora ya tenía la certeza de que el corazón siempre dice la verdad, cuando la verdad duele.
Antes de dar media vuelta para marcharse, miró de reojo: la soledad había ocupado aquellos asientos que no debieron ser nunca suyos.
Hay que ver, con lo alegre que eres y que se te ocurran estas cosas tan tristísimas. Bonitas pero de risas nada.
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… de todo habrá, de todo habrá. / Como en botica. / ¡pues claro está! (la música ya la sabes tú de sobra, que la tenemos muy cantada)
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Sigo muy alegre. Y además echo de menos más comentarios tuyos
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Comentarios comentarios
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