Refugio
Detrás de los ojos permanecen
aquellos árboles encendidos.
Luces blancas cruzadas por ramas oscuras,
grabadas a través de las lágrimas,
lentes líquidas temblando en las pestañas.
Detrás de los ojos se siguen proyectando
las ondas sobre el lago,
las barcas y los remos,
las hojas muertas y mojadas.
Está todo en penumbra calma detrás de los ojos,
pero está todo.
Nada puro ha desaparecido.
Es dulce buscar detrás de los ojos
entre los registros limpiados con las lágrimas,
brillantes, húmedos,
como recién nacidos,
pero sin ansiedad ni esperanza.
Detrás de los ojos está el único refugio
a prueba de incertidumbre y desilusión.
Permanecer allí siempre,
para siempre…
Salir a por el café y las mandarinas,
y volver enseguida a recogerse detrás de los ojos.
¡Qué tentación la de refugiarse!
Y, sin embargo, hay que mirar afuera,
rozarse con las piedras,
acariciarse,
reírse,
helarse de frío,
pisar con fuerza sobre las aceras del miedo
y apoderarse de los tesoros despreciados
para ungirlos con lágrimas sin pena.
Así También mañana y la mañana de mañana
no faltarán ni estancias misteriosas ni jardines nuevos,
en este refugio precioso,
detrás de los ojos.