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En otoño… ¡Todo!

8 08Europe/Madrid noviembre 08Europe/Madrid 2021

«En otoño, el atardecer. Cuando el sol resplandeciente se hunde cerca de la ladera de las colinas y los cuervos cruzan el cielo en grupos de tres o cuatro o de a dos, de vuelta a sus nidos; o las garzas en bandada se dispersan en el cielo distante. Cuando se oculta el sol, el corazón se conmueve con el sonido del viento y el zumbido de los insectos». (de «El libro de la almohada», Sei Shonagon)

En otoño, todo.
¿Quién soy yo para replicarte? Nadie.
Desde luego que nadie. No pretendo replicarte. No me atrevería ni con la protección de esta extraña distancia de más de mil años que tanto nos une. Pero tengo que contarte cómo son estos otoños, porque vivo como tú, atenta al cambio de las estaciones en mi pequeño mundo donde la naturaleza escasa y valiente se sobrepone a las grisuras del cemento muerto.
Mis sentidos en otoño se desbordan más allá de mi cuerpo. Puedo tocar entonces el azul metálico del cielo, extendido sobre las calles y los grupos de edificios apoyados unos contra otros, apiñados para abrigarse ante los primeros fríos de la noche. Así es este atardecer, con los ecos de los motores que rompen a oleadas cada vez más discontinuas y con los ladridos de algún perro mimado.
También la noche: cuando en el patio de vecinos se oye batir huevos y el olor a tortilla, regresa mágicamente una niña con gafas y coletas que mira trajinar a su madre en la pequeña cocina con su falda recta y su delantal de cuadros.
¡¿Y cuando llueve?!: la noche de otoño es un solo de percusión. La calle entera se transforma en una jam session: los toques retumbantes contra el terrazo brillante del balcón, cientos de ritmos suaves repetidos en las hojas endurecidas antes de caer, unos choques sordos sobre la negra baranda de hierro y los lejanos pases de escobilla trazados por neumáticos mojados de agua sucia merecen ser escuchados con total reverencia y una copa de vino.
Además, la belleza de la lluvia otoñal se sobrepone a los olores plomizos de los tubos de escape y hace crecer de pronto el aroma a tierra mojada.
El agua oscura bendice el suelo de asfalto. Entonces este comienza a brillar misteriosamente, como un remoto universo oscuro e insondable donde podrías sumergirte buscando el tesoro del tiempo que nos une y nos separa a la vez.
¡Pero también qué hermosas las mañanas de sol!: la luz dorada y líquida se vierte entre las hojas y traspasa los cristales. Esta luz es brillante y tímida a la vez, toca con delicadeza el sofá, la lámpara, la alfombra… y les devuelve la vida y el color de la juventud.
Por todo esto, admirada dama Seisho, quería contarte hoy que en esta ciudad y en este tiempo, tan lejanos a tu elegante mundo, el otoño es un instante especial donde todo se embellece.

Para recordar a mi admirada Sei Shonagon y su «Libro de la almohada»…

Mi inspiración: Sei Shonagon

… y las jam session de las refrescantes tormentas de verano

“Storm” (Jam session)

From → Espejismos

10 comentarios
  1. David permalink

    Precioso Otoño y preciosa entrada

    Besos, tu sobrino David

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    • ¡Muchas gracias por leerlo y por tus palabras! Me alegro muchísimo de que te haya gustado. ¡Feliz otoño para ti también! 💜🍃😘😘

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  2. Víctor Fernández-Chinchilla permalink

    ¡Qué maravilla! ¡Qué evocador!

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  3. Víctor Fernández-Chinchilla permalink

    Mejor que el modelo. Lo que no entiendo es eso de “la lluvia”. El sol sí, una bola de fuego que te recuece los sesos en todas las estaciones del año. Pero la lluvia… y el caso es que alguna sutil y agradable emoción me despierta

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  4. Fernando permalink

    ¡Precioso! Era necesario romper una lanza por la lluvia urbana, tan denostada habitualmente…

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    • ¡gracias, Fernando! Pues es verdad lo que dices, aunque no lo había pensado… Siempre me aportas algo interesante con tus comentarios.

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  5. Belén permalink

    Como lo cuentas, consigues evocar esa atmósfera tranquila del otoño. Gracias por el regalo de tus palabras y compartir tu sentir. Un abrazo

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    • ¡Gracias a ti por leerlo y comentarlo! Eso es lo que le da sentido completo a los textos. Sin lectores y sin oyentes no hay comunicación.

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