«A felicidade»: «por ti lo haría mil veces»
http://www.youtube.com/watch?v=Ka44wBAypuA
De momento voy a dejar de revolver el cajón de mi almohada: una cosa es reconciliarse con el pasado y otra muy distinta regodearse en él o vivir de las rentas.
No se puede vivir de espaldas a lo que uno ha sido o, mejor aún, a lo que uno no ha sido y lamenta no poder ser. Supongo que hay que hacer el duelo correspondiente por la Marymer que pudo haver sido y no fue, pero ya está hecho.
No prometo ni puedo prometer que no voy a sacar ningún otro atillo de papeles del fondo de la gaveta, pero si -y sólo si- viene muy al caso.
En la montaña rusa -imagen bien manida, por cierto- o en el mar de fondo que me azota, hoy estamos de calma, incluso de bienestar. Miedo da decirlo, porque como dice la canción: «tristeza nao tem fim, felicidade sim». Los estados mentales -al menos los míos- son un claro ejemplo del concepto de impermanencia: una puede sentirse tan en armonía con el mundo tan contenta y tan plena, pero, con un leve toque, con un soplidín de viento, el equilibrio se rompe, el eje se desplaza y vuelta a empezar, a poner la antena para sintonizarse de nuevo con la armonía, que no siempre está en el mismo número del dial; Como cuando uno va en coche escuchando una emisora que le gusta y, date, en el mejor momento, empiezan las interferencias, y a darle al mando.
Hoy, de camino al trabajo, pensaba que me pagan por hacer algo que me gusta y mucho. Mi trabajo consiste en leer, básicamente en eso: leer y leer y corregir los errores de texto o maquetación que encuentro en lo que leo. Cierto es que no elijo yo las obras -claro está-, como mucho, entre el trabajo pendiente, si quien lo distribuye quiere, me puede dar la opción de descartar lo que no me interese. Pero he descubierto que muchas veces he apartado textos que luego he tenido que leer y que me han interesado e, incluso, que me han gustado mucho y me han enriquecido.
Este es el caso de una de las últimas obras que he leído: «Por ti lo haría mil veces» de Isabel Sartorius. la primera vez que me iba a «caer» este libro, escurrí el bulto. En principio, dado mi desinterés por los asuntos de la prensa rosa y de nuestra monarquía, ni sabía quién era esta mujer. Cuando lo supe, descarté el libro y me puse con no sé qué, que ni recuerdo.
Volví de vacaciones, y como el karma es el karma, aquí estaba esperándome Isabel Sartorius con su historia y su experiencia vital. Ya no hubo manera de eludirla, así que me puse a ello con toda mi profesionalidad y sin ningunas ganas. Casi desde el primer momento me sorprendió gratamente comprobar que el libro no era una versión aumentada d¡Hola!» o asimilados, sino que más bien se trataba de un testimonio personal, bien trazado, aparentemente sincero, respetuoso, discreto y lejos de cotilleos sensacionalistas.
Cuanto más avanzaba en la lectura, mejor me iba «cayendo» la autora, más respeto me iba mereciendo su valentía y su testimonio y más sentía que, aunque suene raro, muchas de sus «neuras» son también las mías.
Tengo pendiente buscar un modo de hacerle llegar mi enhorabuena por su libro, por la valentía y la sensibilidad que muestra en él. En parte, su ejemplo, su lucha interna para hacerse «visible» tal y como es, me ha animado a proseguir con mi propio camino, con este «cajondesastre» sin cerradura, abierto a quien lo encuentre y lo quiera abrir, a pesar de la vergüenza que me da y de lo poco interesante que lo encuentro, pero estos son ahora mis «deberes» vitales.
Me gustan más los sainetes con sabor del Madrid castizo
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