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De trapos y de letras (2)

26 26Europe/Madrid enero 26Europe/Madrid 2013

img_0320Por seguir con mi familia materna, voy a dedicarle unas cuantas líneas a mi bisabuela María. Su historia sí que es auténticamente de folletín decimonónico. Nació en un pueblo de la alcarria, vianilla de Jadraque. Aunque era hija del maestro, desde niña tuvo que andar de pastora, y no le gustaría ese asunto, porque se fue a servir a Barcelona. Hasta ahora la cosa es bastante corriente, pero resulta que María y el señorito de la casa -letrado él- se enamoran y, con toda la familia en contra, se casan. Y aquí está la pareja en su poto de boda. Están tan serios y circunspectos que no dan en absoluto la imagen de una joven pareja feliz, o lo que ahora podríamos entender por una “joven pareja feliz”. Esas caras de circunstancias, esos atuendos tan lóbregos, la postura rígida que adoptaron, parecían augurar un futuro nada halagüeño, como así fue.

Al poco de su boda, cuando el pequeño Francisco sólo tenía seis meses, el padre murió a consecuencia de los daños sufridos durante la Semana trágica de Barcelona. ¿Qué daños? Pues no se sabe. Lo que sí queda claro es que María, como en la fotografía de boda, siguió en pie, mientras su instruido y bajito marido (que por eso estaba sentado en el retrato)

sucumbía ante alguna extraña dolencia.

En este caso, la burguesía catalana, que es dura de pelar, no iba a dejar de señora a una pastora alcarreña, implantada en casa como una advenediza, así que, por “caridad”, le propusieron quedarse allí con su niño, pero, por supuesto, de nuevo en calidad de sirvienta. En Madrid no falta orgullo, pero tampoco debe de faltar en Guadalajara, porque maría se negó. Pensó que, para estar sirviendo, por lo menos no tendría nada que agradecer a nadie si se iba a hacerlo a Madrid. Así que cogió a su Paquito de seis meses de edad, y se fue a buscarse la vida a la capital.

Cuando llegó a Madrid nadie quiso hacerla emperatriz de Lavapiés, así que tuvo que ponerse a trabajar como una burra. En estas conoció a Poli, Apolinar Rodríguez, se enamoraron y se casaron. Poli era todo lo contrario a su marido anterior. Sindicalista convencido, atractivo, antiburgués, revolucionario y divertido, perdía todos los trabajos por sus arengas al resto de los trabajadores. También, entretanto, se buscaba el sustento haciendo chapuzas a domicilio, pero, claro está, sin que le apurasen mucho, que los burgueses es que son muy exigentes: “Oiga, Poli, ¿No está quedando eso muy negro?” “Pues yo lo estoy dando con yeso blanco”. decía con guasa. Así que no volvían a llamarle para nada más. Resumiendo, maría tenía que trabajar para los tres, porque su marido estaba completamente en contra de la explotación de los trabajadores, salvo la de su mujer, que seguramente se regiría por otro tipo de estatuto laboral. Eso sí, Poli era un hombre cariñoso y divertido, que hacía las delicias de sus nietas, en cuanto las tuvo. ¡Algo tenía que tener el castizo!

Pero, desde luego, lo que es con los hombres, María no atinó mucho. Será por eso -o porque ya le pilló mayor-, cuando murió su segundo marido durante la Guerra Civil no volvió a casarse.

De trapos

Ahora voy a presentar a los personajes de mi familia paterna, que, como tales, nada tienen que envidiar a los  anteriores. La primera, de todas todas, mi abuela Concha, una mujer de rompe y rasga, pero en un sentido muy diferente al de Pepa. Criada en las callejuelas del rastro, paseaba su palmito por Madrid, porque, la verdad, fue una mujer de bandera. Morena clara, de rasgos finos y sensuales, con un cuerpo hermoso de talle esbelto  y buenas curvas, Concha no sólo era guapa, Concha era muy, muy lista. Yo llegué a conocerla. Murió cuando yo tenía dieciocho años, también a causa de un trastorno hepático, que esta vez nada tuvo que ver con el alcoholismo. Las adicciones no podían ni acercársele a ella, más bien ella podría haber sido una adicción para otros (y seguramente lo fue).

A mí, la verdad, no me gustaba nada su manera de conducirse con los demás. Era una mujer extremadamente egocéntrica y manipuladora. Todo tenía que ser tal y como ella quería. Eso sí, no recurría a métodos agresivos o violentos, como Pepa. Concha no iba de frente, en cambio, urdía todo, todo lo controlaba, para salirse siempre con la suya. Ahora, con el tiempo, admiro su inteligencia, su modo desdramatizado de enfrentar los problemas, su resolución ante las tremendas adversidades a las que se vio sometida. Admiro y valoro todo esto, aunque yo nunca me he sentido identificada con su manera de hacer y de tratar a los demás, porque Concha era desconsiderada hasta con su propia hija, Mi tía Loli, quien quedó anulada y frustrada para siempre, a causa de esa actitud de su madre y por el peso de una sociedad opresiva y represora.

Pero, en fin, yo no soy la todopoderosa que viene a juzgar a vivos y muertos. Sólo quiero ser la cronista de los relatos y recuerdos que he oído desde niña, así como de las interpretaciones veladas y nunca formuladas claramente, tal vez por demasiado “escandalosas” o dolorosas para formar parte de la historia visible de la familia. Desde luego yo no soy Cla-cla-claudio y concha no es Libia, pero, tal vez, si hubiéramos vivido en Roma, en la época del imperio…

http://www.youtube.com/watch?v=8wBc5EL8U4o

One Comment
  1. victor nicéforo permalink

    Esto va tomando un interesante y divertido tono castizo.

    Le gusta a 1 persona

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