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Bizcocho «Malgrè tout» (de absenta)

10 10Europe/Madrid mayo 10Europe/Madrid 2014

08042013060Este si que es un bizcocho para alucinar. La primera alucinada he sido yo, y no a consecuencia de su ingesta: ¡»malgrè tout» -«a pesar de todo»-, ha tenido un éxito arrollador!

La cantidad de absenta que lleva, desde luego, no es suficiente para causar alucinaciones de las que se dice que provocaba esta bebida tan apreciada por los artistas de finales del XIX y principios del XX, conque los maliciosos no podrán achacar el éxito a la obnubilación de los sentidos de quienes lo prueban. supongo que las muchas regulaciones legales y sanitarias a las que se ve sometida la absenta en todo el mundo harán que la concentración de tujonas, que son las sustancias «alucigenantes» que lleva esta bebida, estén bien limitadas. ¡Menos mal que ahora y aquí no está prohibida!

Supongo que, como siempre, lo polémico y maldito me atrae -como a tanta gente- y si, además, tiene un toque literario, ya el objeto se convierte en irresistible. por eso, desde hace décadas, en casa siempre tengo una botella de absenta, que dura años, porque es un licor tan rico como fuerte.

En fin, que no me la bebo, pero no me resisto a dejar de comprarla cuando se termina a fuerza de chupitos distanciados y compartidos. Eso sí, doy fe de que a mí no me inspira nada ni me convierto en artista cuando la bebo, es más, me da un sueño tremendo. Lo mismo es que Picasso, Wilde, Van Gogh, Rimbaud, Pessoa y otros tantos que la tomaban eran artistas «malgrè tout», como yo bizcochera.

De todos modos, como para la receta que cuento hoy hace falta comprar una botella de absenta, aconsejo a quienes no la hayan probado que anden con tiento cuando se tomen un chupito, y que mejor lo rebajen con azúcar y agua fría, como mandan los cánones, vaya a ser que se pillen un cebollón a lo Van gogh y terminen regalando un pedacito de anatomía a cualquier ser humano, que ni lo va a apreciar ni nada, más bien que se va a morir de asco -digo yo.

Entonces, a la faena: ¡qué hacemos con ese pedazo de botella de absenta que dura ya mil años en el armarito de las bebidas? Pues, con un poco de maña y algo de imaginación, «malgrè» la mala fama y las prohibiciones, podemos hacer un bollo bien rico.

Vamos con los ingredientes:

1 yogurt natural bien consistente (si puede ser casero, mejor que mejor).

1 vaso de yogurt de cristal lleno de azúcar, que será la medida a utilizar.

2 cucharadas generosas de azúcar vainillado.

1 copita de absenta (o medio vaso de yogurt).

3 huevos.

120 gr. de mantequilla.

1 vaso bien lleno de harina de arroz.

1 vaso de harina integral de trigo.

1 vaso de harina blanca de trigo.

5 gr. de levadura tipo royal.

1 cucharadita de bicarbonato.

1 puñado de almendras crudas.

1 puñado de arándanos.

Con todo esto, nos liamos la manta a la cabeza y empezamos con la elaboración del bizcocho más bohemio y evocador de la «belle èpoque» al primer bocado.

por ir adelantando algunas tareas, que «cosa hecha no corre prisa» -como dice mi querido amigo Víctor-, tomamos el puñado de almendras crudas y las picamos bien picaditas y las dejamos apartadas para el broche final.

Después separamos las claras de las yemas de los huevos y las levantamos a punto de nieve, y también las reservamos; segunda cosa que ya no corre prisa.

Ahora nos metemos a iniciar el proceso de la masa: batimos los huevos, los dos tipos de azúcar, el yogurt y la mantequilla.

mezclamos los tres tipos de harina con la levadura y el bicarbonato y la incorporamos poco a poco a lo ya batido y, cuando llevemos más o menos un tercio, echamos la copita de absenta y seguimos batiendo. progresivamente ponemos en la mezcla el resto de la harina con lo que obtendremos una masa uniforme y un poco más líquida que la del bizcocho tradicional de yogurt, pero no tanto como la del «bizcocho Shonagon».

En estas ya podemos unir las claras a la masa, pero con cuidado y suavemente, batiendo lo justo para mezclarlas y nada más.

Lista la mezcla la ponemos en el molde que, de momento, llenamos sólo en un tercio. En este punto echamos los arándanos, cuidando de que queden hacia el interior del bizcocho. Cubrimos con el resto de la masa y, al final ponemos las almendras picadas por toda la superficie, empujándolas suavemente para que se unan a la masa y se desprendan lo menos posible una vez cocida.

Ya tenemos aquí el embrión «malgrè tout». Ahora es cosa de tener el horno a 180 grados y, así calentito, dejarlo ahí una horita. a los cuarenta minutos se le puede dar un pinchacín con la aguja de hacer punto, por que no se diga que uno no está pendiente, pero antes de los sesenta minutos me temo que no hay nada que hacer.

Luego, una vez cocido, allá cada uno, si se lo come solito con un copazo de absenta o lo comparte con los amigos -¡yo ayer le di un trocito incluso al electricista que tuve en casa!-. Servidora desde luego se queda con la segunda opción: es mucho más gratificante y engorda menos físicamente, aunque del ego… mejor no hablamos…

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