Acerca de «En verdad os digo» de Juan José Arreola
El siguiente artículo es otro de los recuperados de la cybergaveta. Esta vez se trata de un comentario sobre el cuento de Juan José Arreola “En verdad os digo”.
Aunque el texto de Arreola fue publicado en 1952, me parece que sigue más que vigente. En cuanto a mi artículo, de 1990, creo modestamente que también. No he tocado ni una sola coma, así que lo publico aquí tal cual lo he encontrado.
Añado también a continuación un enlace a otro de mis cuentos favoritos de Arreola, “El discípulo”; leído por él mismo, con su impresionante voz. Es un auténtico regalo. Conocí esta versión hace muchos años, en un vinilo que me prestó mi director de tesis, Jesús Benítez. Al cabo del tiempo ha sido una feliz sorpresa encontrarlo en YouTube. Aunque yo ya guardaba como oro en paño una versión digitalizada, gracias a mi querido amigo Paco Martínez, que la recuperó para mí de la copia en cinta magnetofónica que me hice en su momento a partir del vinilo de Jesús Benítez.
Arpad Niklaus podrá pasar a la historia como el «glorioso desintegrador universal de capitales», y Juan José Arreola como el desintegrador de una sentencia a la que nunca aludió directamente. «En verdad os digo» es un magnífico ejemplo de relato de humor donde se suceden y se superponen los recursos propios de este género.
Como en la mayoría de las representaciones artísticas de la cultura hispánica, el humor no es consecuencia ni causa de alegría, sino la búsqueda de una liberación. Los artistas, más concretamente, los escritores se ríen de lo que quieren criticar y ridiculizar, con ello al mismo tiempo se liberan y denuncian una situación política de represión, un dogmatismo castrante, o cualquier circunstancia a la que no pueden enfrentarse directamente porque les supera o les limita. En este cuento se empieza por tomar algo supuestamente sagrado, una sentencia de Jesucristo, se la reduce y descompone sin que sea nombrada directamente: ¿Desprecio o respeto? Es la primera posible paradoja y el primer atisbo de la mucha ironía que encierra el cuento. Ironía entendida no como sugerencia de lo contrario de lo que se está diciendo en realidad, sino en un sentido más amplio, como alusión de mucho más de lo que se está diciendo aparentemente.
Tomar las palabras de Dios al pie de la letra, supone convertir una idea de altos vuelos en un «vuelo rasante» y, desde el punto de vista lingüístico, suplantar el plano metafórico con el de la realidad, confundir lo lingüístico con lo extralingüístico, transformando una metáfora de gran efecto en una frase vulgar, sin connotaciones que no dice ni más ni menos que lo que la combinación de los significados de sus palabras denota. Se trata pues de la cosificación de lo sagrado, una caricatura lingüística. He aquí uno de los recursos humorísticos más frecuentes y más útiles para señalar las taras del mundo, por ocultas que puedan estar. La caricatura es una forma despiadada de conocimiento. Pero aquí la superposición de lo caricaturesco no conduce únicamente a un tipo de humor grotesco, de «deformación» de la realidad, sino que se roza casi el absurdo. Esto que en la literatura se ve casi como natural, y de lo que «en verdad os digo» es un magnífico exponente, en otras artes como la pintura o la escultura resultaría mucho más difícil de lograr.
Arreola se confiesa «irracionalista», y se ríe del cientificismo racional. Piensa que la irracionalidad y la intuición son formas superiores de la razón y sólo desde ellas se puede llegar al verdadero conocimiento. Tras el «asesinato» de la espiritualidad, el cientificismo y el progreso a ultranza le repugnan y le resultan insuficientes. La obra de Arreola se ha encuadrado dentro de lo que se dio en llamar el «antropocentrismo fantástico» inaugurado por Kafka, de ahí que en todos sus textos se desprenda de forma más o menos explícita que el mayor progreso es el desarrollo del hombre como tal. En este cuento ridiculiza al hombre que se enriquece a costa de su pobreza de espíritu. Un científico casi altruista que se entretiene en desintegrar camellos para salvar a los ricos del mundo, es una particular manera de mostrar la estupidez humana elevada a la enésima potencia. Un supuesto fin altruista que sirve para beneficiar a los más favorecidos y para crear a la larga una gran empresa de transportes, no deja de ser una mueca ante la «pureza de intenciones» de los magnates inversores que lavan su conciencia con mucha facilidad. Es ese «comité de» hombres ricos y esos «hombres de ciencia» los que realmente cosifican la espiritualidad y caricaturizan la sentencia divina y no el autor, y lo hacen por su falta de imaginación y su estupidez. Creen en algo que ni sienten ni comprenden y pretenden reducir todo a los valores materiales que son los únicos que ellos pueden manejar.
Volvemos pues a la idea inicial, la superposición de los recursos humorísticos, la caricatura dentro de la caricatura, la cosificación de lo espiritual y la «sacralización de lo material», es decir, la «ciencia» convertida en la nueva religión en la que hay que creer con más fe si cabe, tanto es así que los «ricos», implicados en el experimento, han de invertir todo su capital para una investigación sin ninguna garantía, salvo la que señala la ridícula paradoja final que resuelve una situación absurda desde su planteamiento inicial. El final del cuento es pues de una aguda ironía que, no obstante, ha estado presente a lo largo de todo el texto. El cuento está lleno de «guiños» al lector, de sobreentendidos. Se burla de las fórmulas politiqueras y publicitarias «…deben patrocinar la desintegración del camello, que es científica, vistosa y en último término lucrativa.»), del cripticismo científico («osmio sintético», «molibdeno aberrante») o de las macroestructuras organizativas cuya complicación resulta las más de las veces desproporcionada con respecto a sus objetivos.
Con ser lo más llamativo y recurrente, los aspectos humorísticos no son lo único que da genialidad a este relato. Arreola sabe «hacer creíble» una situación totalmente absurda. Es capaz de crear un universo en el que tanto despropósito resulta aceptable y, al tiempo, evocador del nuestro, a pesar de que los personajes individuales y colectivos son sólo esbozos y arquetipos sin vida ni entidad propia: los «ricos» son una «masa» estúpida, el científico un arquetipo y sólo un personaje secundario, casi sin participación, la esposa de Niklaus «dando muestra de fino humor», es la única que tiene un rasgo distintivo de inteligencia personal, aspecto que, por otra parte, rara vez Arreola reserva a un personaje femenino.
Quedan aún muchas cosas por decir acerca de este cuento, de su estructura, del punto de vista del narrador y, por supuesto, de los mecanismos humorísticos, sólo apuntados brevemente. A mi modo de ver, «en verdad os digo», es un cuento genial, representativo de la obra de Juan José Arreola, que, como éste es breve en extensión por la continua autoselección a la que el autor la somete. Según ha dicho, Arreola prefiere el «germen» a los «desarrollos», y para ello requiere de un «lector cómplice» dispuesto a «confabularse» con él.
¡Qué estudiante más formalita y disciplinada debiste ser!
Algunos filólogos modernos dicen que la correcta traducción al castellano de la palabra empleada por Lucas en su evangelio no es camello sino maroma. Mejor que Arreola no supiera esto porque quizá nos habría privado de este estupendo y divertido cuento. Y de rebote de este interesante trabajo
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Muchas gracias. Me alegro mucho de que te haya gustado. En cuanto a lo de «camello» o «maroma»… si Arreola lo llega a saber, como dices, seguramente nos quedamos sin cuento. Pero podríamos hacer una versión actualizada poniendo «maromo» por «maroma», y así todos contentos.
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